CONTRACULTURA en CATALUÑA

¡Abrid las rejas! ¡Tumbad los muros! ¡Saltad los abismos! Es la revolución de los escogidos.
HOSANNA IN EXECLSIS DEO!
Abajo los siglos de opresión. Viva al amor libre! Y se olvidan que el patriarcado no está en la permisividad del amor, si no en la permisividad de la palabra. Los hombres siguen opinando, impidiendo, dificultando las conversaciones entre las mujeres, las conversaciones con los viejos. Las conversaciones con los diferentes.
Siguen, en el fondo deben saberlo, el viejo dicho de mujer casada pata quebrada. Y ahora que disponen de un gallinero para ellos solos, mandan más. Existen, cuando, salvo algunos, no deberían. Engañan. Engañan siempre.
En el aquí te pillo aquí te mato, el progre se satisface en un plis con la más guapa y está convencido de que ella también! Pero la partner se ha quedado a dos velas con el masculino frenesí.
No disponemos de anticonceptivos, los abortos son frecuentes: ellas los sufren y se apresuran a olvidarlos. Ellos, torcido el gesto, algunas veces llegan a rascarse el bolsillo para pagarlos. Y cuando llegan a casa aguantan los gritos de la parienta y los ojos asombrados de los niños
—Viva los habitantes del barrio chino —proclaman—, tan auténticos, tan felices, tan libres, tan deliciosamente lumpen.
Y los lumpen repiten el ciclo de la historia y se revuelcan en su mierda para agradar a los señoritos.
Las chicas han comprado un pack turístico: para que no las aparten de sus coetáneos y amigos, aguantan a tíos de apestosas bocas cariadas, bien vistos, bien escuchados, bien comidos, bien cagados, y sobre todo, bien jodidos.
Muchas libertades se ganaron en poco tiempo.
Pero murieron muchos jóvenes víctimas de las drogas. Y enloquecieron tantos!
Las mujeres de los progres, las madres de sus hijos, salen invariablemente mal paradas. El progre va en pos de las más jóvenes y no quiere ver en casa a la mujer llorosa y harta, a los niños dejados de la mano de dios. Maltratados a veces por su enloquecida madre.
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